sssaEl Gobierno aprobaba el viernes pasado ayudas por valor de 78 millones de euros para el desarrollo de las ciudades inteligentes o smart cities, dentro de un plan nacional que contempla hasta 188 millones de inversión. Todo para un nuevo modelo urbano en el que la tecnología se pone a disposición de todo lo que sucede en la ciudad: desde el tráfico, al transporte público o la gestión administrativa. Todo servicio puede ser transformado por este nuevo modelo, que además, abre oportunidades a nivel laboral.

Como recoge la Unión Europea, las administraciones públicas son las grandes impulsoras de las ciudades inteligentes, liderando el 36% de los proyectos que se inician, seguidos de las empresas privadas, con un 26%. En este sentido, María Serrano, directora del Centro de Excelencia de smart cities de Schneider Electric, afirma que “no se puede concebir la smart city sin una colaboración mutuaentre administraciones locales y empresas, en la que también entran diputaciones o Comunidades Autónomas”.

España, a la cabeza de la UE

Tanto María Serrano como Ricardo Cavero, presentes en una jornada sobre smart cities organizada por el Instituto de la Economía Digital de ESIC, coinciden al afirmar que España ha tomado una posición de liderazgo en este ámbito. También lo reconoce la Unión Europea, que lo sitúa, junto a Reino Unido e Italia, en el nivel de países con mayor número de ciudades inteligentes. “Si seguimos trabajando, podremos tener una buena posición a nivel internacional”, afirma Serrano.

“La ciudad inteligente no es una opción. En España estamos avanzados y con el enfoque adecuado”, cree Cavero. Santander, Málaga, Barcelona, Valencia,Zaragoza o Rivas son las más destacadas.

Por su parte, Ricardo Cavero, exdirector de ciencia y tecnología del Ayuntamiento de Zaragoza, coincide en el carácter esencial de la colaboración público privada, también por una cuestión de coste: “la empresa privada aporta su experiencia, y también ayuda a compartir el riesgo”. Ese papel preponderante de la administración pública afecta, por tanto, a su masa laboral, que también debe atravesar un proceso de adaptación: “La gestión del cambio es fundamental. Para ello hacen falta personas que lideren la formación interna, que expongan a sus compañeros la importancia de este proceso”, considera Serrano. También influye, añade Ricardo Cavero, la política de recursos humanos de la administración, ya que “el cambio se produce de una manera más lenta en plantillas más envejecidas”.

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